jueves, 25 de noviembre de 2010

...hoy tenés el mate lleno...

HOY TENES EL MATE LLENO...

...SE TRATA DE LA PONENCIA PRESENTADA PARA EL CONGRESO DE ESTUDIO DE GENERO - ROSARIO - 2008 Espero que la disfruten... INTRODUCCION Evoquemos a Athenea… luz e inteligencia… arte y estrategia… Engendrada por mujer y nacida de hombre… Sutileza irrevocable al momento de saberla equilibrio entre los polos, representante de la androginia de la conciencia, haciéndola capaz de atenderlo todo y de mirar las cosas desde todos los puntos de vista. Imagen de hombre y cuerpo de mujer, ese es el plano de estampa que se le adjudica a la diosa y que es necesario para comprender la ceguera de Tiresias como castigo a haberla visto desnuda. Sería un "como si" el hombre no pudiera verla mujer si la ha conocido en el ejercicio de las facultades de imagen masculinas. El "verla tal cual era" le costó la vista y le regaló la videncia. Pudo este hombre salir de la imagen y pasar a la visión más profunda y completa de las cosas a partir de ver la totalidad de Athenea. Nadie… nunca más…intentó verla tal cual era… Imagen y esencia. Cuerpo y atributos. Quién aquí es responsable del ocultamiento? Athenea? Tiresias? O el constante intento de la cultura para generar el mito de la imposibilidad de conocer totalmente a una mujer y marcar que quien lo intente será castigado… No respondamos aún…caminemos un poco más por los símbolos… hagamos memoria de lo trazado en nuestro genes… Recordemos que Zeus…herido en su orgullo por Prometeo que le robara el fuego y el trigo, decide enviarle el mayor tormento y ordena a Hefesto que con arcilla humedecida en agua moldee una mujer, le pide a Hermes que le insufle vida, le exige a Afrodita y a Athenea que la vistan con atuendos brillantes y la corona con una diadema que está decorada con todos los animales que pueblan el mundo. Es la primera mujer. Luego Hermes pone en su boca palabras mentirosas, que servirán hasta para ocultar sus propias emociones, le da un corazón de zorra, un apetito voraz y un temperamento de ladrón. Presenta entonces un aspecto exterior engañoso y un interior que es un castigo para el hombre. Ella es Pandora, la insatisfecha. La que, a pedido de Zeus para perjudicar a los hombres, levantará la tapa de la jarra que su marido Epimeteo guardaba celosamente. Recordemos que Dios, creador del hombre, lo hecha del paraíso por dejarse convencer por Eva de morder la manzana que pendía del árbol de la sabiduría del bien y del mal… Podemos seguir nombrando algunas de las mujeres signadas por el mandato del lugar que el hombre deseó: Helena, la bella infiel; Calipso, la ilusoria; Circe, la incondicional; Penélope, la que espera; Brunhilda, la brutal; Hera, la irascible…las walkyrias asesinas, las sirenas devoradoras… y tantas…tantas… tras las cuales vendrán las brujas, las hadas, las hechiceras, las cenicientas, bellas durmientes, caperucitas…Juanas de arco, catalinas, reinas, zarinas, amantes, locas, madres, hijas… todas vivas en cada una de nosotras… todas desconcertadas por el poco espacio para ser…por la orden irreverente de mostrarse tan solo como quieren verlas… DEL ENFRENTAMIENTO Y en el intento del encuentro con la propia esencia, esa mujer ancestral decide mostrarse. Nace de sí misma y se refleja. Sale por sus propios ojos y se ve completa. Pero también ve al hombre, que no la mira tal como es, que la reconoce castigo o mal presagio. Y los ojos del hombre le devuelven una imagen pequeñita…a golpe de fuerza animal le roba las ganas. El hombre quizás se defienda de lo anunciado, pero ella… ¿Cómo hace para defenderse? Se detiene su acción en la animalidad. El hombre que la considera bestia responde brutalmente con la vigorosa impunidad de creerse el dominador y con la certeza de un cuerpo fuerte que la doblega, la puede, la somete, la cosifica, la domina. Y como los dioses…(ninguno, esto es seguro) no pensaron en ella cuando la crearon , y no le pusieron atributos de par en la fortaleza del cuerpo, ella debe aprender a convivir en la selva de lo humano… y primero se esconde. Porque teme. Su primer miedo ha nacido. Es el miedo al hombre. Vuelvo a preguntarme, ya con una dosis de ironía retórica… ¿Acaso hoy alguna de nosotras ha perdido el miedo a ser abusada en algún terreno por los hombres? ¿Acaso han dejado de hacerlo? ¿Puede ser que a pesar de los miles de años que han pasado desde que el hombre y la cultura se han instalado en la memoria de los genes, aún tengamos miedo a ser violadas por un lobo real del que nuestras madres no han sabido como protegernos? Desde el punto de vista biológico, el miedo es un esquema adaptativo, y constituye un mecanismo de supervivencia y de defensa, surgido para permitir al individuo responder ante situaciones adversas con rapidez y eficacia. En ese sentido, es normal y beneficioso para el individuo y para su especie. Digamos entonces que ha sido una salida adecuada para la mujer el tomar este camino. De más está decir que no tenía muchas opciones, más bien debió luego intentar hallarlas. Ahora bien, el miedo desde una perspectiva psicoanalítica puede definirse como el temor a enfrentarnos al propio yo. Esta definición hace más complicada la interpretación de la realidad a la que se encuentra expuesta nuestra mujer histórica. Debemos girar y tomar un ángulo más abarcativo, al mejor estilo de Athenea y resignificar el yo como un lugar de raza, como una pertenencia de lo humano; donde su género es solo una de las dos variables que presenta. Un yo de otro género que es un yo humano que se hace imposible, desde un término de posibilidad real y simbólica, enfrentar. Y he allí el principio de la tarea: hacer frente. DE ENCONTRAR EL LUGAR Trazar una línea que nos haga jugar a "busca la forma de salir del laberinto" nos demandaría tanto tiempo y tantos giros que se haría imposible conservar el hilo aunque Ariadna nos lo sostuviera fuera. Tendremos entonces que sintetizar los pasos como si fueran zancadas en el recorrido del tiempo que el género usó para ir encontrando modos. Y como punto de partida tenemos que reconocer el sometimiento de la mujer ante la imposibilidad de lograr paridad con el hombre. Claro, al hacerlo debemos comprobar su actual sostén, por esa cosa innata al hombre que dejara marcada Mircea Elíade en su explicación del eterno retorno, "su vida es la repetición ininterrumpida de gestas inauguradas por otros". Cuidemos con rigor existencial la diferenciación de ese someterse a través de las épocas. Considerando su variabilidad en razón de las diferencias culturales en tanto tiempos, avances y retrocesos. Contando como ejemplo paradojal el devenir de la cultura china, que de un matriarcado absoluto en el 4000 aC se dirigió a un patriarcado ominoso, claro está, que con rígidas y claras apreciaciones de una realidad que lo hizo imprescindible para la supervivencia del pueblo. Este modo de encontrar un lugar, desde algunos conceptos antropológicos puede considerarse electivo, cuestión aceptable si es que se expresa que las variables posibles eran esa o la lucha dispar. Replanteándonos entonces que dicha actitud era una postura estratégica, de pura supervivencia, para intentar una observación cada vez más lúcida de la realidad y así generar nuevas instancias de aproximación al lugar deseado. En estos términos la realidad se asemeja a una batalla, sólo que el campo donde se libra es inmenso, con variables tales como el tiempo y el espacio que se juegan en una constante, en un aquí y ahora inconmensurable. Y este ejército de latidos se formó como casi todos. Con valientes al frente, con adelantadas, pioneras, osadas y heroicas. Algunas cayeron casi sin ser reconocidas, otras fueron nombradas y renombradas. Al centro la mayoría, lentas y juntas, con mas ansias que armas. Y detrás algunas, con más miedo, avanzando pesadas creyendo que no era su batalla. Unas cuantas también deteniendo la marcha, erigiendo estandartes de otras tropas, no necias, no vendidas, solo quizás más lastimadas. Y al borde de la columna… mil velos. Dibujo claro de una aletheia eterna. De lograr un lugar de no ocultar, un develar la verdad esencial, una raíz firme de origen de luz, de claridad. DE LAS BAJAS Se abre el libro de las que han muerto, encerradas vivas en las tumbas de sus esposos, abandonadas por viejas en el frio polar cuando sus dientes se gastaron, apedreadas, en la hoguera, en la guillotina, en manos de amos, patrones y otros hombres, en guerras, antes de nacer o recién nacidas, exiliadas, defenestradas, descuidadas, de parto, de hambre, por lujuria y sus excesos, drogadas, mutiladas, vendidas y compradas, creyéndose libres o siendo esclavas, en la batalla y sonriendo, en su casa y sin gritar…todas con nombres propios, todas en piel y en alma… dándolo todo o sin nada que dar… Siguen las hojas de las muertas vivas, golpeadas, humilladas, desvalorizadas, abusadas, maltratadas, violadas, circuncidadas, aisladas, pobres, marginadas, prostituidas, encerradas en sectas, en cárceles, en sus casas…sometidas a dictadores de gobiernos o de hogares, a leyes deplorables, a nombres detestables, a parir sin siquiera entender, a no ser amadas, a no tener placer, a ser repudiadas, a sobrevivir…a ignorar, a no poder, a no desear, a aceptar cumplir con lo esperado…a no entender… Y mano con mano, todas nos vamos sosteniendo mientras las nombramos. Las reconocemos en nosotras, porque sabemos hurgar en lo cotidiano y se nos espejan en mayor o menor medida las historias que son nuestra historia. Todas tenemos ojos, algunas cerrados, otras vendados, o llenos de lágrimas o ya ciegos…o abiertos… bien abiertos. Para ver paredes con los trajes de mujer que vistieron la historia, con los nombres de la acción puesta en el frente. Trajecitos de tul o de seda, conjuntitos de banlon y minifaldas. Simples uniformes para andar pareciéndonos y llegar a un acuerdo. Si es gris o es rojo, es un detalle, que solo varía si el rojo es bandera y el gris el recuerdo de los días de tormenta universales. Sabemos que somos capaces de llevar el sarhi de Indira, el peto de Juana de Arco, el traje de alguna de las costureras de Nueva York que muriera quemada, el hábito de Madre Teresa, los sobrios vestidos de Madame Curie, las vinchas de Rigoberta, el mar de Alfonsina, el barco de Anne Bonny y, ojalá también, los 116 años de Herminia en Lacandona… Aunque algunas de nosotras llevemos jean y maletín y otras no hayamos nunca visto el mar… DE UNA ZANCADA HASTA ACÁ "Ya de pequeño me acunaba en tango la canción materna pa' llamar el sueño" El discurso varonil de las paicas y las grelas, de Margot y de María, nos ha regalado una estampilla para viajar al mandato. El imaginario nos exhibe con pollera y zapatos de taco, azul la ropa para que nos elijan para casarnos, el escote disimulado y escaso labial, para no parecer puta. Eso si, que no nos toque ser "la fea" sino lo único que haremos es ir camino del taller. Si de suerte, se nos da, y conseguimos el varón que nos sepa cuidar, seremos la viejita de "Arrímese al fogón", que tiene que consolar al hijo, atizar el fuego, revolver las brasas, cebarle unos amargos, alcanzarle la guitarra, sacarle los rastros de la ingrata, acordarse de todo lo que vivió el muchacho, apagar la leña para que no le moleste a los ojos, sentarse cerquita, cambiar la yerba, rezarle a la virgen y ponerle un crespón a la guitarra, todo en menos de tres minutos y encima…sin poder llorar, porque al hijo se le aumenta la pena! De todos modos, eso es para las madres, las otras deberán saber cual es el riesgo de cambiar de idea, o de elegir vivir su propia vida…y como dice, "mano a mano"… a saber: Hoy tenés el mate lleno/ de infelices ilusiones,/ te engrupieron los otarios,/ las amigas, el gavión (AMANTE). ¿Es necesario, para este entonces, hablar de la desvalorización? Más bien se diría "harto obvia"…sobre todo sabiendo lo que implica la lucha cotidiana para salir de la fiera sensación que nos provoca, de ese ahogo de intelectualidad que genera, de la incertidumbre de uno mismo cuando se reitera desde la cuna y se lleva hasta la cama. Una de las cosas que hemos aprendido es a pedirle a quien nos dice que "debemos ser" que primero nos pregunten "que deseamos ser". Parece simple, pero ha sido empedrado en nuestra tanguera vida, El camino es el mismo, aunque con otro compás. DEL ENTENDIMIENTO EN TODO ESTO Es harto redundante el discurso del sometimiento femenino. Desde las raíces hasta los frutos. Enlazado en el mandato y prendido a una como un arañazo en el gen. La cultura lo almacena y lo resguarda de su pérdida provocando con el devenir de los avances ligeras modificaciones que algunas veces lo disfrazan y otras lo lentifican. El psicoanálisis le ha dado vueltas a la noria y lo ha mareado de tanta interpretación, sin darle más cura que la que pudiera darle la memoria activa o la mirada clara que nos dirigimos una a otra en el día a día. Este designio de género sabemos comprenderlo, nos florece la empatía y nos arma la rebeldía cuando lo reconocemos. Quizás Pandora guardó la esperanza para ella misma. Como señal y señuelo. Nosotras la tomamos y la desparramamos. Algunos hombres, muchos de por cierto la tomaron y nos acompañan hombro a hombro en el camino del batallar. Mezclan sus manos con las nuestras y nos las apretan con la misma intensidad, sin artilugios, ni proezas, ni seducciones enmascaradas. No luchan por nosotras, enarbolan la igualdad de derechos que los hace más dignos. Nos acompañan, nos acompañamos. Y alguno canta…mirando los ojos de las mujeres que también lo conforman… y le dice a la niña pequeña o a la niña eterna… "ni heroína ni princesa, ni voluble ni perversa…crece libre y no se deja someter."


ELENA C. CASTRO GONZALEZ